Y de noche consumíamos el brebaje, y hasta altas horas de la madrugada nos regocijábamos en nuestra juventud.
No nos importaba perder el tiempo si nos perdíamos juntos.
Y a la hora local, planes. Y al otro lado del mundo fuera de nuestro limbo el mundo giraba y el Metro bailaba al mismo son.
Pero nosotros no, nos guiábamos por otra brújula, otro compás; por las estrellas de un descampado del Norte.
Vivíamos.